13/02/2020 -  2 minutos de lectura Por José Ramón López Grañeda

Si no entendemos qué es la política nunca encontraremos el propósito de una compañía, negocio o marca.

La Política es el arte virtuoso de liderar y coordinar la co-creación de una sociedad mejor para todos, el arte de organizar el entorno en el que nos ha tocado vivir”, resumen con espíritu pedagógico desde el III Estudio de Marcas con Valores, de cual estamos convencidos y orgullosos de participar.

Así como es imposible no comunicar, no existe no ser político, incluso declararse apolítico es una posición política explícita, de no intervenir, no participar, no sumar ni aportar valor.

 

Empresarios sociales: ¿existimos más allá de las buenas intenciones?

Tenemos que aceptarlo, toda forma de hacer negocios es una forma de hacer política. Y no hablo de política organizacional, sino del sentido que tiene que tener una organización en la sociedad.

Los retos del mundo son cada día mayores, temas como la emergencia climática y la disrupción tecnológica necesitan la intervención de todos los sectores, Gobiernos, instituciones, ciudadanos – consumidores, empresas, inversores, científicos, afirman desde el estudio.

Sin embargo, gran parte del liderazgo corporativo ha implicado no revelar posiciones políticas, no implicarse; era una cuestión que le incumbía solo a los políticos, no a nosotros, directivos, CEOs o empresarios, que teníamos que estar dedicados a la empresa, como si ésta fuera un ente aislado de la sociedad que la hace posible.

Los cambios en los hábitos de consumo no son una moda, sino la revelación de un cambio de conciencia de la sociedad. Y creo que ese cambio debería estar escalando a la alta dirección de las empresas con mayor celeridad y compromiso.

 

 

¿Cómo conectar con un consumidor consciente?

Las empresas, como creadoras y distribuidoras de progreso, tienen el deber moral de tomar partido ante los desafíos sociales y ambientales”, destacan desde Marcas con Valores. 

Somos un agente relevante en la sociedad, tenemos que aportar, pero para poder hacerlo tenemos que definir nuestra posición, superar ese miedo escénico y esa comodidad de no asumir un rol activo.

Nuestro propósito es relaciones que funcionan, y si lo miramos bien es un call to action político, un llamado a regresar nuestras sofisticadas transacciones a su verdadero sentido, algo que genera un valor más allá del beneficio de las partes.

Parafraseando el estudio, ya no seremos relevantes, si no somos trascendentes, capaces de generar un impacto real positivo.